lunes, 23 de julio de 2007

Demonios de un dia triste

Días raros como estos, cuando te despiertas y ves el cielo claro; cuando no sabes si saldrá el sol o se quedará todo frío. Son los despertares de un día que no debió empezar. Decidir despertar en un día como tal es duro, decidir dar los fríos pasos dentro de la bañera con el agua sin emoción cubriendo el cuerpo. Días en los que no hay ánimos para cantar. Salir y sentir el frío concreto. Aun sin emoción, hasta que levantas la mirada y ves aquel cielo que clama por llevar rayos de sol a todo el mundo. Es un momento como tal en el que me vuelvo a preguntar: luego de tantos años, que estoy haciendo con mi vida?

Ya no recuerdo aquellos días en los cuales veía las puestas de sol, no recuerdo las calles con luz de una tarde en decadencia, no recuerdo aquel humo del cigarro en aquellas caminatas sin llegada. Cual es el final entonces? Uno no puede admirar la vida sin vivirla, y vivirla implica demasiadas cosas. En este mundo es difícil ser quien uno desea ser, es difícil solamente ser lo que se quiere ser. Tienes que ser algo más y, sin embargo, ser lo mismo que los demás. La dificultad de querer ser un artista, de vivir la vida asombrandose de cada pequeña cosa que miramos. Cada cosa que no entendemos, como el cielo azul que veo hoy mientras sigo en este auto. Esos deseos de retratar ese cielo en letras que solo encuentran su significado al enlazarse entre si, que solo logran ese poder por el asombro que causa el cielo, porque es el cielo el que esta en estas lineas.

Días como otros son mas raros aun, como aquellos que despiertas y sabes que las cosas irán mal. Sientes el peso del mundo en tus hombros haciéndote doler y te fuerzan a ser más duro que otros días. Ruegas que todo termine más rápido aun, pero es imposible. Nuevamente levantas la mirada buscando aquel cielo que te maravilló días antes, pero lo único que ves es un cielo gris que parece reflejar la tristeza de tu alma y sientes la garua en tu rostro sabiendo que en realidad son las mismas lágrimas que caen por tu tristeza. Has perdido lo que tenías, has perdido lo que eras.

Tratan de encarcelarte en la monotonía y limitarte a ver la vida en una sola línea. Recuerdas las palabras tan tontas "lo hombres no lloran" y aun conociendo la gran falsedad oculta, tratas de retener tu ira, tu tristeza, tu pasión detrás de tus ojos.

Maldigo el cielo, maldigo el concreto, el frió y la garua; las prisiones para nuestra mente; las cosas de la vida que no puedo ver; las cosas del mundo que no me son permitidas. Maldigo todo aquello que no puedo ser. Maldigo y tal vez solo maldigo, pero mis manos siguen atadas y el cielo desapareció de mis líneas.

Días como estos descubres en las palabras de una amiga aquella libertad que perdiste en la tristeza y el cielo gris es destruido por un sol radiante que da paso a aquel cielo azul que maravilla. Las lágrimas caen por mi rostro esperando que ese cielo no vuelva a ser gris.

jueves, 17 de mayo de 2007

Mis siete reflejos

Siempre creí que necesitaba a alguien como yo o al menos con los mismos intereses y que me haga olvidar lo solo que me siento por momentos. Pero no me mal interpreten, me refiero solo a la compañía puesto que mi corazón esta atado a una eterna llama de pasión que esta conmigo todo el tiempo. Sin embargo, la soledad es la de mis amigos que nunca serán, quizás, tanto como yo deseo.

Es verdad que en algún momento encontré en siete personas diferentes un trozo de mi reflejo y fue mucha la alegría. Durante meses pensé que lo había encontrado. En uno la pasión por la música, aquel deseo por saber todo sobre la música, hacerla y vivir siempre con música; en otro los juegos, aquel vicio que siempre me tiene atado y consume mi tiempo por montones sin importar lo que suceda a mi alrededor; en otro el gusto por las mujeres, la forma las veo y las cosas que muchas otras veces imagino, su belleza o su falta de la misma; en otro mis lados tontos, aquellas veces que soy tonto por la escasa capacidad de detenerme un momento a pensar bien las cosas y soltar lo que tengo en la cabeza; en otra mi ego, aquel hecho de saber que soy lo mejor que hay entre esas cuatro paredes; en otro mis locuras, el simple hecho de estar o pensar que estoy loco y ver la vida muy diferente; y en uno último mis bromas, que siempre me han sido parte de mi en todo lo que hago. Ellos serían una sola persona y creo que así los traté durante todo este tiempo. Salir con uno u otro no era tan igual como salir con todos y pasar los momentos, quizás, más divertidos de mis días.

Sin embargo, todo lo que no es perfecto tiende a cojear de un pie y yo lo ignoré durante tantos días. Hasta el día que uno a uno demostraron esas mismas siete personas, las tantas cosas que odio de mi. Por un lado mi resentimiento, al recibir las bromas más duras que hago o el trato de la indiferencia; mi maldita vanidad, que es buena por un momento, pero cuando es expuesta demasiado tiempo tiende a ser demasiado molesta; mi pereza, quizás la mas odiada que hace que mi tiempo avance más rápido mientras sigo detenido en un solo lugar; mis bromas agrias, que a veces las hago de forma consiente y otras no, pero siempre tienen el mismo resultado; mi ser infantil, mis niñerías y momentos en que no logro ser tan maduro como realmente soy; mi mal humor, que inevitablemente afecta a los demás; y mi des ligamiento de lo que vivo, como quien vive en una burbuja perfecta mientras el mundo se cae a pedazos a mi lado.

Incluso ahora mismo, rodeado de estas siete personas, me siento solo, porque son mi lado más odiado en estos minutos y por eso mismo ninguno preguntará que sucede conmigo pues están actuando su papel de la mejor manera que pueden. Mi soledad solo escapa ante la voz, el recuerdo o el toque, de esa mujer que siempre me tiene. Quizá estoy destinado a siempre tener algo de soledad o quizás yo mismo saco de los demás lo que mas odio de mi. Quizás y siempre quizás lo que mas falla soy yo y no los demás.

A veces, pienso, aparecerá esa octava persona que pondrá su mano en mi hombro, como lo hizo hace mucho tiempo cuando mi soledad era total, y dirá esas palabras que hasta hoy ninguno dijo "que te sucede?"

Es mas raro aun, que después de todos estos pensamientos, ya sea como una catarsis, uno a uno mis siete reflejos me miran con esa vieja mirada conocida y se acercan a mi para preguntar que me sucede y, aunque es lo que estuve deseando aun me siento totalmente triste y preocupado, solo puedo atinar a responder con un débil "no lo se". Es que realmente no se que sucedió hoy, como si algo hubiera sucedido que me afectara directamente.

domingo, 6 de mayo de 2007

Una Intrusa

Bajando desde una esquinita, mirando todo de cabeza, la pequeña intrusa da una mirada a mi único lugar sagrado.

Primero se para en la repisa donde el polvo le da la bienvenida y frente a ella se levantan grandes castillos de papel que alguna vez leí o algunos que nunca toqué. Sus delicados ojos miran en todas direcciones tratando de encontrar la manera de bajar y luego de unos momentos salta al vacío. Sin embargo, un fino hilo sostiene su grueso cuerpo y se termina por posar delicadamente en mi cama.

Ahora la pobre intrusa no solo tiene que pelear por el desorden de las sabanas, sino también con algunas ropas que hasta ahora no decido donde poner. Yo sigo aquí, sentado a la cabecera de mi cama mirando a la intrusa pasar de un lado a otro. Se detiene, me mira y al parecer me pregunta por direcciones; pero, yo no la entiendo. Después de tanta inseguridad, sube por un cable y termina en mi mesa de noche. Es interesante y hasta cómico ver como pelea y se esfuerza por llegar a su destino: el pequeño jardín que esta al final de mi cuarto. Pasa por el desorden que forman los boletos de micro, el sencillo que guardo, el reloj que no uso y demás cosas que solo están ahí, y se detiene al borde de la misma y parece mirar el horizonte. Debe haber una buena vista desde ahí arriba; lamentablemente, se ha dado cuenta que su destino aun esta lejos y suelta su hilo para bajar nuevamente.

Ya en el suelo las cosas se le hacen mas fáciles, solo tiene que esquivar la ropa que también esta tirada. Sin embargo, parece que perdió el rumbo pues ahora sube por las curvas de mi guitarra y llega a mi mesa de trabajo donde realmente no trabajo. La mesa esta plagada por discos, papeles y el dios del santuario: mi radio. Con algo de esfuerzo se paró encima del dios del santuario y dio una última mirada al lugar. Detrás de ella estaba un gigante que empezaba a acercarse, a su derecha una pared con papeles escritos y fotos tomadas, a su izquierda solo veía ropa y frente a ella, lo que buscaba, el jardín.

Me acerqué tranquilamente y la vi bajar de la mesa, parecía excitada con la idea de llegar a su destino. Sin embargo, recordé que ella es una intrusa en mi cuarto y que se subió en el dios del santuario, asi que merecía ser castigada. La intrusa no llegó a su destino, sus ocho patitas no se movieron más y sus ocho ojos se cerraron al mismo momento que trató de soportar el peso de mi pie.

domingo, 29 de abril de 2007

Mañana será mejor

Dando dos pasos cruzó las grandes puertas y entró. Yo seguía parado sin poder moverme, no deseaba entrar. Ella empezó a avanzar y yo aun miraba las grandes puertas. Tenía miedo, no podía dar esos dos pasos para entrar. Después de tantos años de pelea no es tan simple perdonar y ser perdonado como para dar dos pasos y terminar con todo. Era mucho más complicado, o al menos así lo imaginaba yo.

No se si fue un engaño o en embrujo por lo cual me llevó hasta esa iglesia. Caminábamos, reíamos y luego me vi parado aquí sin poder hacer más. Ella no lo sabía y ya estaba muy lejos para decirle que no deseaba entrar. Esperé pacientemente a que volteara y se diera cuenta de mi inmovilidad. Pensé que saldría y todo terminaría, pero ella siguió su camino y con algo de miedo tuve que actuar. Ella estaba ya por las bancas traseras y yo moví un pie, luego el otro.

Miré arriba y vi como se levantaba el gran techo de la pequeña iglesia. La altura, simbolizando el poder y en la tope de esta altura: Dios. Con que cara regresaba yo a esta casa? Qué derecho tenía yo de entrar? Miré a mi alrededor y vi mucha gente. Gente muy adulta. Fue extraño no ver jóvenes en ninguna banca, hasta me sentía fue de sitio.

Inmóvil otra vez, miraba el gran pasillo hasta el altar. La gran alfombra roja que pareciera ser lavada todos los días, porque nunca he visto esas alfombras sucias. Las bancas, adornadas con algo muy parecido a una rosa y otras flores llamadas lluvia. En lo personal no se por que llevan ese nombre; no son transparentes o refrescantes, ni caen por montones. Es más, no imagino que un montón de esas flores cayendo del cielo me puedan causar la alegría que me causa la lluvia real. Luego vi más adelante y las bancas que ahí estaban. Dos familias. Parecían dos bandos, distantes, fríos, como si no pudieran hacer más que intercambiar un saludo y regresar a su bando. Era un matrimonio.

Ella siguió caminando, ya casi llegando a las bancas centrales y yo no podía pasar de las traseras. Me sentía indigno de estar ahí. Quizás por el hecho que no era un matrimonio al cual me hayan invitado o quizás por mi batalla constante contra Dios. Nunca entendí por que tuvo que cercenar mi familia y era algo que siempre me preguntaba; ora pensando solo en mi cuarto acompañado de un cigarrillo ora conversando con mi tío en una reunión familiar. Cualquiera que fuese la razón, me quedaba pensar en la omnisciencia de Dios y confiarme.

Atrás mio había una larga cola. El confesionario. Es curioso lo bajo que deben hablar dentro para que no se escuche nada fuera. Quizá deberían hacer un confesionario que absorba el sonido y uno puede entrar y hablar sin miedos ni tapujos, con toda fuerza (si es que tal cosa esta permitida en una iglesia) las cosas que se tienen que decir. Digo esto porque siempre que veo la gente que sale para hacer su penitencia, es como ver a alguien que no pudo corear su canción favorita en un concierto. Otra historia es la del sacerdote. Tiene que ser cansado escuchar los pecados de tantas personas y más cuando son repetidos. Como hacen para olvidar tanto? Yo cuando escucho a alguien se me quedan grabadas cientos de frases. No quisiera tener los pecados de miles de personas dando vueltas en mi cabeza hasta que pierda la memoria.

Parece que ya llegó a la banca que desea. Aún no se da cuenta que no estoy a su lado. Después de pensar tantas cosas del confesionario, me doy cuenta de un detalle que me inquieta: no esta ni la blanca ni el negro. Es normal que el negro camine por todos lados saludando y preguntando si la blanca ya esta lista y si todo esta bien. Sin embargo, aquí no hay señales ni de uno, ni de la otra. En algún momento aparecerán.

Volteó mi cabeza para verla y ella esta por sentarse. Aún me sigo preguntando por que no hay jóvenes? Con las disculpas y respeto que se merecen tantas canas, esto parecía un matrimonio en un asilo. Ella se sentó y por fin se da cuenta que no estoy a su lado. Voltea y me mira y se que su mirada me pregunta el por que de mi inmovilidad. Yo que se mujer, entre mis miedos, los novios, el confesionario y los viejos no se que hago. Sin pensar en nada más empiezo a caminar hacía ella por esa orden natural de la atracción de los cuerpos y me siento a su lado. Ella me mira y sonríe, como siempre lo ha hecho. Así hayan pasado cerca de ocho meses sin vernos, ella sonríe.

Aquí es donde yo se lo que ella pide: no pasar por lo que yo pase un par de años atrás. Entiendo su miedo. Yo pido que sea fuerte para el momento en que suceda. Soy consiente que si Él ya decidió que es el momento de llevarse a alguien, no hay forma de hacerlo cambiar de idea. Ahora, por alguna razón, siento que tenemos una conversación, Él y yo. Siempre he creído que este tipo de conversaciones son generadas por mi mismo y soy yo el que me respondo, pero me hace casi bien pensar que es una fuerza superior la que guía mis pensamientos.

Ella se pone de pie y me alcanza su mano, señal clara de que es momento de marcharnos. Es cierto, no deseaba entrar a este lugar, pero ahora me cuesta terminar mi conversación conmigo mismo, pararme y retirarme. En fin, no hay vuelta que darle, no tengo todas las respuestas en mi cabeza así que se donde terminaría mi propia conversación: otra pelea con Dios.

Me levanté y juntos caminamos a la puerta del costado, no cruzó por nuestras mentes hacer el camino de regresó, porque serían muchas paradas para mi. Antes de cruzar la pequeña puerta miré de nuevo alrededor. La gente seguía entrando y saliendo del confesionario, las dos bandas en los asientos delanteros se seguían saludando sin más palabras, los adornos de las bancas y las inentendibles flores llamadas lluvia permanecían en su lugar y muchas cabezas con canas ocupaban las últimas bancas. Pero, había algo en las grandes puertas, la blanca y el negro. Estaban listos, se preparaban para la gran entrada. La miré a los ojos y dentro de mi pensé que esos podíamos ser nosotros. Si tuviera la certeza que ella los vio, podría apostar lo que fuera a que ella pensaría lo mismo.

Nos fuimos; pensando poco en las cosas que pasaron por nuestras mentes en la iglesia. Nos fuimos; rogando que la noche no acabara y que no tuvieramos que separarnos. Nos fuimos; y secretamente pensamos que mañana será mejor.

miércoles, 25 de abril de 2007

Soledad

La soledad duele. Muchas veces te mantiene despierto hasta que sin darte cuenta el sol sale y saluda al mundo. Siempre te mantiene con los ojos llenos de lágrimas a punto de estallar, te abraza y rodea con todas sus fuerzas. Te hace creer que no estas solo y que nunca lo estuviste, sino que solamente te perdiste; pero en realidad la soledad es engañosa y no te conoce. Es por todo esto que duele, es por todo esto que a veces te hace llorar hasta el amanecer.

Sin embargo, siempre hay alguien a tu lado que te recuerda que a veces es buena la soledad. Hay quienes la adoran porque solo en la soledad pueden encontrar los pensamientos que perdieron cuando chicos, recobrar los sueños que tanto tiempo los mantuvieron ilusionados e inspirados. Hay quienes dicen que la soledad hace que uno este consigo mismo para conocerse y darse cuenta de todas las cosas importantes que tiene o a las que desea alcanzar.

Ahora que pienso bien todo esto, me parecen un completo engaño. Uno grande. Por que la soledad? Que tiene esta de bueno? Que tiene de grande? Es que acaso no es mejor tener alguien al lado, que sea quien nos haga ver lo bueno que tenemos y sea lo que necesitamos? Alguien que sea esa inspiración e ilusión y que nos haga conocernos por la forma en como actuamos frente a ella? La soledad es y siempre sera un engaño, pero uno grande.

A veces, uno piensa en escapar de la soledad, pero es esa idea lo que lo ata uno a la misma soledad. Buscamos compañía en algún lugar y al final resulta que esa compañía resultó llevándonos a la soledad con más fuerza o simplemente no la encontramos y caemos de rodillas por el dolor nuevamente.

Vacío, triste y sin capacidad de emprender algo nuevo o retomar lo anteriormente empezado. Lágrimas en los ojos, mirada gacha y nunca una sonrisa. Sin nada que perder, sin nada a que temer, sin nadie a quien tener. Son tantas cosas las que conforman esta soledad.


Son tantas las cosas que me atan a la soledad y me piden que no la deje; porque, en el fondo, la soledad es quien necesita de nuestra compañía.

viernes, 20 de abril de 2007

Encantado

Siempre me ha parecido algo interesante el verano, y no soy gran fanático del sol ni esas cosas. He sido acusado de serrano, bruto y masoquista por vestir de negro con el sol abrazador. No puedo hacer nada en contra de eso, me gusta vestir de negro; odio usar bermudas y sandalias, de la playa creo que mejor ni hablar. Es difícil que este en alguna y no necesariamente porque no quiera. Siempre estoy dispuesto a pasar un día en la playa con mis amigos, el problema viene cuando tratan de ponerse de acuerdo y quedar en una fecha. Este verano no recuerdo haber ido a la playa; solo una vez, a las seis de la tarde con una amiga a tirar piedras al mar mientras el sol se ocultaba tranquilamente en el horizonte.

Sin embargo, lo que me parece tan fascinante del verano es ese poder q tienen los rayitos de sol. Como van tocando personas y quitándoles el hechizo que las convirtió en piedra. Se empieza a ver tanta belleza por las calles que nunca se vio y uno se pregunta donde estuvieron esas personas durante todo este tiempo. Es así como sucede, los rayos de sol hacen que estas personas vuelvan a la vida. Es por esto que vemos en la calle a una chica luciendo sus zapatos de taco alto que compro hace meses, pero espero el cambio de temporada para usarlos. Las chicas hacen lo que sea para que su cabello brille un poco mas, unas pequeñas faldas y un buen polo que resalte lo que tienen y, claro, mostrando las carnes (exactamente desde abajo del busto hasta llegar a la pelvis). También salen los surferitos de ojos azules y pectorales trabajados con sus peinados extraños, algunos vistiendo la mejor camisa que tienen o simplemente el polo que mas se les pueda pegar. Eso si, todos con la sonrisa mas grande del universo.



Entonces, un muchacho vestido absolutamente de negro pasa desapercibido en un mundo de tantos colores y sonrisas. Es así como nos vamos convirtiendo en piedra todo el verano y esperamos nuestro momento para poder regresar a la calle sin q nos miren raro por se supone que estamos muriendo de calor. Aun así me sigue pareciendo super interesante el verano, creo que hasta los sonidos se hacen mas fuertes. Las voces de las personas no se opacan con el bullicio de las bocinas y gritos de nuestros amados cobradores de combi.

Se pone mejor cuando llegan los últimos rayos de sol del verano. Ese sol que empieza a decir adiós a todo el mundo y las bellas personas empiezan a convertirse en piedra. Pero esos últimos rayitos tienen un gran poder aun. Cerca de las seis de la tarde hay una falla en el clima, porque hay un sol inmenso hundiéndose en el horizonte y un viento criminal que ya no refresca, hiela. Pero allí la tienes, la chica y sus carnes, sus zapatos, su falda, su cabello y la sonrisa. Camina rápido porque sabe que si no llega a su destino en los próximos ocho minutos morirá de hipotermia, pero disfruta el riesgo. Es simplemente hermosa. Es la clase de gente que extrañare en el invierno. Es la clase de gente con la que quisieras enamorarte o simplemente vivir un amor de verano.

Estamos a finales de abril y esos últimos rayos pelean cada día para no ser el ultimo. Los bellos se convierten en piedra, se esconden bajo montones de tela. La chica hermosa ya no muestra sus carnes; por el contrario, las esconde bajo una chompita y sus piernecitas se envuelven en un jean o un buzo. Llegara al extremo de cubrir su pobre cuello y su cabeza con algún gorro de lana y su belleza quedara oculta hasta el próximo verano. Nuestro lindo surferito no puede negar su amor al mar, por eso ahora empieza a ponerse un wetsuit que va desde los tobillos hasta el cuello. Toma su tabla y corre al mar donde sus ojos azules no se confunden con el mar, porque simplemente nuestro mar es marrón. Allí se va el verano llevándose a las personas hermosas.

Ahora empieza el otoño y muy seguido el invierno. El cielo de mi odiada Lima se vuelve de un color plateado y empieza a afectar a todos; muchos dejaron los colores y las sonrisas por prendas mas formales. Como cosa de magia siento que rompo una piedra y el mundo es mio otra vez. El mundo nos pertenece otra vez, el verano ya se fue. Locos, melancólicos, nostálgicos, solitarios y otros tantos no hemos cambiado nada nuestro aspecto; pero nuestra vestimenta negra ahora resalta mucho mas. Ya podemos escuchar la viejecita, q pasea a su perro, como nos dice en casi un susurro "demonio" o como nuestra amiga hueca nos dice "que chevere tu estilo dark".

No es un estilo, no es moda, no es un acto de rebeldía. No tengo q hablar con todos los q nos dejamos dominar por el color negro para decir que es nuestra forma de expresarnos. Es nuestra forma de decir, a quien pueda entender, "soy sensible y lo llevo por fuera".