viernes, 24 de julio de 2009

Un Círculo Perfecto

El viento corre entre las ramas de un viejo árbol y dos hojas caen, presas de la gravedad. Hojas que crecieron en ramas lejanas de un mismo árbol, ahora se precipitan al suelo a una pasiva velocidad.

La delicada brisa helada que azota estos meses hace que las hojas, antes tan distantes y solitarias, se junten en el aire para empezar una exótica danza de movimientos ligeros. Una alrededor de la otra, ellas danzan, como si la brisa que las empuja no fuera gélida y mortal sino jovial; poco o nada saben ellas que a cada segundo se acercan a su triste fin: el suelo. Este está cubierto por una fina capa de blanca nieve. Es la primera nevada de este invierno, que como ya es de costumbre, es mucho mas frío que el anterior.

Cae una hoja sobre la nieve y la otra, delicadamente, se posa sobre la primera. Una lágrima cae a pocos centímetros de las hojas. El líquido cristalino va reflejando el mundo a su alrededor mientras sigue su camino hasta la nieve. Me veo reflejado y veo el gran parque que me rodea; veo la gente caminando, resguardándose del frío; dos personas sentadas en una banca; y las hojas tocando la nieve. Esta diminuta lágrima, que me hizo tomar conciencia del lugar en el cual estoy sentado, se fusiona con la nieve y mi atención se desvía de las hojas, del parque y de mi mismo; esa lágrima ha causado una inquietud que me carcome por dentro.

Quien llora? Por que lo hace? Se que el invierno no es una temporada muy feliz, pero no es merecedora de lagrimas y mucho menos de desaparecerlas entre la nieve. Levanto la mirada para ver un rostro escondido detrás de dos delicadas manos; las cuales se ven jóvenes y de alguna manera temerosas. Una de ellas suelta a su rehén para cubrir sus labios. Puedo ver sus ojos, tan azules que parecen teñir la nieve que está alrededor. Su rostro (aunque solo sea una mitad) me deja cautivado; sin embargo, esas lágrimas manchan de tristeza toda esa belleza cautivadora.

A su lado, un joven algo mas sereno busca su mirada sin poder encontrarla. De labios grandes y cabello corto, tiene una belleza poco usual que por razones esquivas a mi entendimiento hacen casi de ellos lo que comúnmente se describiría como una pareja perfecta.

Con mucha cautela me acerco más, pues siento la fuerte necesidad de saber que hablan, escuchar sus voces y conocer las razones por las cuales la tristeza encierra a estos dos bellos seres.

En un susurro ahogado en sollozos puedo escuchar una voz, que hace temblar mi corazón, llena de dulzura y dolor al mismo tiempo: “por que?”.

Su rostro (o la única parte que logre ver) se vuelve a ocultar tras sus delicadas manos y, de nuevo, más lágrimas. El joven se levanta y levanta la mirada al cielo tratando de contener sus lágrimas en los ojos y sacude la cabeza dejando que sus cabellos se alboroten un poco. Baja la cabeza y busca su mirada sin poder encontrarla. La toma de las manos y expone su bello rostro marchitando lo que hace tan solo unos minutos era un hermoso parque. Ella se levanta y se miran sin decir una palabra y las lágrimas llenan los ojos de ambos muchachos.

Los veo que se abrazan y siento pena por ellos. Me siento incomodo siendo un espectador no invitado a tan triste escena por lo cual decido alejarme pensando en lo mucho que se parecen a las hojas. Crecen en ramas diferentes y no es sino hasta que empiezan a morir que sus vidas se cruzan para ser guiadas por el viento; los aleja, los acerca y los hace danzar. Hasta que, inevitablemente, llegan al suelo, que siempre es distinto para todos. Para ellos fue la nieve que los enfrío y eventualmente mató.

Después de dar varios pasos no puedo contenerme y doy media vuelta acercándome a ellos. Él la suelta y ella da un paso atrás, recoge una pequeña flor de color rojo y la limpia cuidadosamente. La mira como si en ella pudiera contener todo su cariño aunque sea para una despedida y, por ultimo, extiende su mano con la flor hacia el.

-Si ella puede sobrevivir todo el invierno cubierta de nieve, porque nosotros no?