Tanto tiempo he estado aquí que casi ya no recuerdo a donde iba. Calculo que deben haber pasado cerca de 30 minutos desde que subí a este bus. Aunque la música en mis oídos impide que pueda escuchar la bulla del mundo, puedo imaginar la mayoría de los sonidos.
No avanzamos mucho y en el siguiente paradero subió una pareja de jóvenes. Los miré y no pude contenerme de pensar en la historia que los podría juntar. No se conocen, es casualidad que hayan subido juntos, pero en mi mente puedo imaginar casi un romance entre ellos.
Cruzan sus miradas un par de veces y él la mira con insistencia. A veces él sonríe sin que ella se de cuenta. Seria una historia casi fantástica en la cual se enamorarían con locura. Mis pensamientos se detienen repentinamente. No había notado que junto con ellos había subido una persona más: una belleza de mujer.
Entre estos dos personajes la podía ver a ella. Solo nos separaba el largo pasadizo del bus y obviamente la pareja que estaba en el medio. En algunos movimientos del bus podía ver su cabello negro, el mismo que tapaba delicadamente sus ojos. Parecía vestir un tipo de uniforme que simplemente no hacía juego con sus ojos color café. Era hermosa.
Nuevamente la pareja interrumpía mí, ahora, excelente vista. El se acercaba a oler sus cabellos después que ella hacía un movimiento sensual para quitarselos del rostro. Por un momento me pareció que estaban danzando. Se separaron un segundo y pude ver que esa hermosa criatura me estaba mirando. Al cruzar las miradas ella bajo delicadamente la suya para mirar sus manos. Dejé de pensar un momento en los amantes desconocidos y me puse a pensar en ella. Quien era? A donde iba en este bus? Donde bajaría?
Ahí radica la magia de la imaginación. Uno puede imaginar absolutamente cualquier cosa, crear la historia que más desee y lo mejor de todo contar con cuantos finales desee. Por mucho tiempo he tenido esa manía (que algunos consideran un defecto) de idealizar a una persona por las historias que puedo imaginar. Ella no fue la excepción.
No podría ser tan complicado acercarme a ella y entablar una conversación verdad? Miraría de mucho mas cerca esos ojos que me esquivaban tanto, pero me estaban volviendo loco. Lograría tocar sus manos, sentir su piel. Eso era realmente difícil de imaginar. Podría hasta besarla en un futuro muy cercano. En ese momento me di cuenta que ya la había idealizado y convertido en la mujer perfecta. Que otra cosa podría pensar que no fuera lo mucho que me gustaba? Caminaríamos juntos, porque extrañamente ella tendría que bajar en mi paradero y nos conoceríamos. Seriamos felices. Ella podría ser la mujer de mi vida. Y yo aquí, pensándola sin conocerla. Se que es una locura, pero imaginar no hace daño a nadie.
Ahora perdía la concentración nuevamente, para enfocarla en los amantes. Algo sucedía pues ella parecía tratar de alejarse de él. Pude ver algunos empujones, pero no podía entender que sucedía. El la miró y no sonrió; por el contrario, le dio una mirada de odio. Los amantes habían peleado y estaban terminando su historia, tan rápido como la empezaron. Quizás él no se había percatado que ella tenía una hija y no pensaba dividir su tiempo con alguien más. Quizás era una mujer que no sabía, ni quería aprender, como amar.
El tiempo pasó sin darme cuenta y mi paradero estaba cerca. Miré a esa belleza de mujer nuevamente, sabiendo que era imposible que bajara justo ahora. Ella me miró y clavó su mirada en la mía. Se percató que estaba por bajar y divise un gesto de pena. Es increíble como a veces nuestros rostros pueden expresar más de lo que quisiéramos poder expresar. Eso sucedió con ella, sabía que el final de una historia sin inicio estaba por llegar a su fin.
Me levanté de mi asiento y pasé cerca de ella. Me acerqué a la puerta para bajar. Cogí el manubrio con la pena de saber que no la volvería a ver. La miré a los ojos y en un momento de descuido mi travieso inconciente hizo que levantara mi mano y me despidiera de ella. Me respondió y sonreí. Ahora sabía con seguridad que todo lo que imaginé era cierto. Sentía cólera por los amantes pues fue culpa de ellos que no pensara más en ella, fue culpa de ellos que no cruzáramos las miradas antes y me acercase a ella para conversar. Malditos amantes que no dejaron que nos conociéramos.
Sonreí de nuevo y recordé que cuando dices adiós a alguien que te gusta tanto, tratas que esa sonrisa sea lo mas real que pueda existir.
Al mover su mano, el chaleco de su uniforme se movió y pude ver un pin que llevaba su nombre. En un momento fugaz agudice mi vista y leí. Bajé del bus y traté de mirarla una última vez, pero fue imposible. Lo único que atine hacer fue decir en voz muy baja y con mucha lástima "Adiós Clementina".