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miércoles, 22 de agosto de 2012

La mujer del taxi

Espero el taxi en la misma esquina de cada dia. Con el mismo frio penetrante de cada noche de este invierno. Aspiro el humo de mi cigarro y lo tiro al suelo para apagarlo mientras veo como se aproxima un taxi. El primero que veo desde hace 10 minutos.

El auto se detine y baja una hermosa mujer. Alta, de piernas largas y de ojos oscuros. Su embragiante perfume me envuelve y me hace soñar. Volteo y veo su rostro de perfil, simplemente perfecto. Las curvas de su cuerpo, su caminar, el caer de su pelo; todo me hace soñar e imaginarla. Ella voltea, me mira y me guiña un ojo. Quedo idiota.

El taxista me toca el claxon, solo el sabe cuanto tiempo me ha esperado. Le indico el lugar a donde quiero ir, me subo al carro y empezamos el viaje. Me pongo el cinturon y respiro profundo, el olor de ella sigue en el carro. Respiro nuevamente y dejo que mi imaginacion vuele. Imagino nuevamente el guiño que me dio y cominezo a idear la historia perfecta entre ella y yo.

La tomo del brazo y le pregunto su nombre. Ella no responde. Me desentiendo de mi mismo;la tomo del otro brazo y la beso. No póne resistencia alguna y me besa de igual manera, juega con mi cabello, juega con mis manos. Nos besamos, nos detenemos y nos vamos a su departamento. Una conversacion, unas carcajadas, un vino y dos cigarros. Olvido el tiempo y volvemos a besandonos.

Sigue avanzando la noche y seguimos conversando de temas que ya no tienen interes para ninguno. Nos desvestimos con las miradas y exploramos nuestros cuerpos. Me tumba en la cama de su cuarto y se desnuda ante mis ojos. Su cuerpo es lo mas perfecto que haya visto alguna vez; sin pensarlo la tomo de la cintura y delicadamente la acuesto a mi lado.

Con el alcohol de los vinos corriendo libremente por nuestra sangre, nos dejamos llevar por el deseo de nuestros cuerpos. Siento la fuerza de su cuerpo y en el punto maximo siento como sus uñas se clavan en mi cuerpo, siento el dolor, casi podria decir que hasta me hizo sangrar; sin embargo, todo eso causa un gran placer. Todo termina y la veo levantarse y recoger sus ropas. Lentamente se va poniendo toda su ropa y solo voltea para despedirse.

El tiempo pasa, las horas pasan y yo duermo. Al despertar veo el techo de lo que parece ser un baño. No hay taxista ni taxi a mi alrededor, no estoy en el lugar al cual le pedi que me lleve; es mas, no tengo idea de donde estoy. Trato de levantarme, pero no siento mi cuerpo. Miro a mi alrededor y veo que, efectivamente, estoy en un baño. Para ser mas precisos, estoy metido en una bañera. Siento un frio que recorre todo mi cuerpo y esto solo se puede deber a que estoy sumergido en hielo.

sábado, 1 de agosto de 2009

Tear

Alguna vez pensaste que todo esto fue en vano?- era la última pregunta que venía a mi mente.

El maligno cigarrillo se consumía entre mis dedos dejando escapar aquel humo intoxicante y perturbador que en ese momento deseaba. Las finas gotas de agua cristalina caen sobre mi a cada paso que doy. El alcohol, la ira, la desesperación y la esperanza guían mi corazón por este camino que me resulta tan familiar.

Algo me hace detener, ora por miedo a seguir adelante, ora por volver de donde vine. Mis pies empiezan a enfriarse y sigo sin poder decidir que paso dar. Me prometí que esta seria mi última oportunidad y siento que todo ha sido un fracaso. Siento el peso del mundo sobre mis hombros, siento mi propia risa recordándome que no lo lograría. El viento y el agua golpean mi rostro recordándome lo que se siente fallar.

En la acera fría y húmeda me siento a pensar. Que difícil es luchar contra este sentimiento de perdida, de creer que las cosas no funcionaran y que todo esta dicho.

Sentado con los pies aun más fríos veo como mil recuerdos de otro tiempo cruzan frente a mí y puedo sonreír nuevamente. La gracia dura poco pues el dolor es más grande, porque a veces la gente no puede ver la grandeza de los hechos más simples y la gran importancia en las cosas más insignificantes.

Será porque el agua enfrió mis pensamientos, será porque mis pies fríos me conectaron con la madre tierra, será lo que sea; pero siento nuevas fuerzas dentro de mí que hacen me ponga en pie. Fuerzas que no sentí antes y que me hacen caminar de regreso al punto de partida.

Corro bajo la fina lluvia que sigue empapando mi rostro mientras regreso al inicio, a aquel lugar donde todo empezó. Muchos recuerdos más vienen a mi mente, pero esta vez puedo entender lo afortunado que soy al poder tener tan preciosos recuerdos de una sola fuente. Soy tan dichoso de poder ser lo que tanto he añorado y se me pueda dejar ser.

Lo se, la perfección no existe; pero nunca me he sentido tan cerca de ella como el día de hoy.

Mi carga se aligera y siento como el tiempo es más breve; me acerco a mi destino. Aquel faro me esta esperando, guiando mi caminar con su luz y bajo ese faro, mi destino.

Entiendo ahora que la felicidad no es un momento en mil; sino una forma de ser. Entiendo que no hubo una razón correcta, sino varias equivocadas. Dudo un segundo. Me detengo y arrojo el cigarrillo por los aires. No quiero ser quien este equivocado, no quiero cometer errores. Vuelvo a correr y me repito en voz alta que no existen las dudas cuando un esta realmente convencido de estar haciendo lo correcto.

Jadeante, sudado, húmedo y cansado llego al faro y sin detenerme a tomar aire grito con todas las fuerzas que me quedan: “Nunca será en vano, porque te amo”.

Apoyo mis piernas sobre mis rodillas y miro el suelo. El aire devuelve el eco de mis palabras. Recupero el aliento en pocos segundos. Levanto la mirada y allí estas tu, con los brazos abiertos y una lagrima escapando por tu mejilla.

viernes, 24 de julio de 2009

Un Círculo Perfecto

El viento corre entre las ramas de un viejo árbol y dos hojas caen, presas de la gravedad. Hojas que crecieron en ramas lejanas de un mismo árbol, ahora se precipitan al suelo a una pasiva velocidad.

La delicada brisa helada que azota estos meses hace que las hojas, antes tan distantes y solitarias, se junten en el aire para empezar una exótica danza de movimientos ligeros. Una alrededor de la otra, ellas danzan, como si la brisa que las empuja no fuera gélida y mortal sino jovial; poco o nada saben ellas que a cada segundo se acercan a su triste fin: el suelo. Este está cubierto por una fina capa de blanca nieve. Es la primera nevada de este invierno, que como ya es de costumbre, es mucho mas frío que el anterior.

Cae una hoja sobre la nieve y la otra, delicadamente, se posa sobre la primera. Una lágrima cae a pocos centímetros de las hojas. El líquido cristalino va reflejando el mundo a su alrededor mientras sigue su camino hasta la nieve. Me veo reflejado y veo el gran parque que me rodea; veo la gente caminando, resguardándose del frío; dos personas sentadas en una banca; y las hojas tocando la nieve. Esta diminuta lágrima, que me hizo tomar conciencia del lugar en el cual estoy sentado, se fusiona con la nieve y mi atención se desvía de las hojas, del parque y de mi mismo; esa lágrima ha causado una inquietud que me carcome por dentro.

Quien llora? Por que lo hace? Se que el invierno no es una temporada muy feliz, pero no es merecedora de lagrimas y mucho menos de desaparecerlas entre la nieve. Levanto la mirada para ver un rostro escondido detrás de dos delicadas manos; las cuales se ven jóvenes y de alguna manera temerosas. Una de ellas suelta a su rehén para cubrir sus labios. Puedo ver sus ojos, tan azules que parecen teñir la nieve que está alrededor. Su rostro (aunque solo sea una mitad) me deja cautivado; sin embargo, esas lágrimas manchan de tristeza toda esa belleza cautivadora.

A su lado, un joven algo mas sereno busca su mirada sin poder encontrarla. De labios grandes y cabello corto, tiene una belleza poco usual que por razones esquivas a mi entendimiento hacen casi de ellos lo que comúnmente se describiría como una pareja perfecta.

Con mucha cautela me acerco más, pues siento la fuerte necesidad de saber que hablan, escuchar sus voces y conocer las razones por las cuales la tristeza encierra a estos dos bellos seres.

En un susurro ahogado en sollozos puedo escuchar una voz, que hace temblar mi corazón, llena de dulzura y dolor al mismo tiempo: “por que?”.

Su rostro (o la única parte que logre ver) se vuelve a ocultar tras sus delicadas manos y, de nuevo, más lágrimas. El joven se levanta y levanta la mirada al cielo tratando de contener sus lágrimas en los ojos y sacude la cabeza dejando que sus cabellos se alboroten un poco. Baja la cabeza y busca su mirada sin poder encontrarla. La toma de las manos y expone su bello rostro marchitando lo que hace tan solo unos minutos era un hermoso parque. Ella se levanta y se miran sin decir una palabra y las lágrimas llenan los ojos de ambos muchachos.

Los veo que se abrazan y siento pena por ellos. Me siento incomodo siendo un espectador no invitado a tan triste escena por lo cual decido alejarme pensando en lo mucho que se parecen a las hojas. Crecen en ramas diferentes y no es sino hasta que empiezan a morir que sus vidas se cruzan para ser guiadas por el viento; los aleja, los acerca y los hace danzar. Hasta que, inevitablemente, llegan al suelo, que siempre es distinto para todos. Para ellos fue la nieve que los enfrío y eventualmente mató.

Después de dar varios pasos no puedo contenerme y doy media vuelta acercándome a ellos. Él la suelta y ella da un paso atrás, recoge una pequeña flor de color rojo y la limpia cuidadosamente. La mira como si en ella pudiera contener todo su cariño aunque sea para una despedida y, por ultimo, extiende su mano con la flor hacia el.

-Si ella puede sobrevivir todo el invierno cubierta de nieve, porque nosotros no?

martes, 25 de noviembre de 2008

Suerte

Tanto tiempo he estado aquí que casi ya no recuerdo a donde iba. Calculo que deben haber pasado cerca de 30 minutos desde que subí a este bus. Aunque la música en mis oídos impide que pueda escuchar la bulla del mundo, puedo imaginar la mayoría de los sonidos. 

No avanzamos mucho y en el siguiente paradero subió una pareja de jóvenes. Los miré y no pude contenerme de pensar en la historia que los podría juntar. No se conocen, es casualidad que hayan subido juntos, pero en mi mente puedo imaginar casi un romance entre ellos. 

Cruzan sus miradas un par de veces y él la mira con insistencia. A veces él sonríe sin que ella se de cuenta. Seria una historia casi fantástica en la cual se enamorarían con locura. Mis pensamientos se detienen repentinamente. No había notado que junto con ellos había subido una persona más: una belleza de mujer. 

Entre estos dos personajes la podía ver a ella. Solo nos separaba el largo pasadizo del bus y obviamente la pareja que estaba en el medio. En algunos movimientos del bus podía ver su cabello negro, el mismo que tapaba delicadamente sus ojos. Parecía vestir un tipo de uniforme que simplemente no hacía juego con sus ojos color café. Era hermosa. 

Nuevamente la pareja interrumpía mí, ahora, excelente vista. El se acercaba a oler sus cabellos después que ella hacía un movimiento sensual para quitarselos del rostro. Por un momento me pareció que estaban danzando. Se separaron un segundo y pude ver que esa hermosa criatura me estaba mirando. Al cruzar las miradas ella bajo delicadamente la suya para mirar sus manos. Dejé de pensar un momento en los amantes desconocidos y me puse a pensar en ella. Quien era? A donde iba en este bus? Donde bajaría?

Ahí radica la magia de la imaginación. Uno puede imaginar absolutamente cualquier cosa, crear la historia que más desee y lo mejor de todo contar con cuantos finales desee. Por mucho tiempo he tenido esa manía (que algunos consideran un defecto) de idealizar a una persona por las historias que puedo imaginar. Ella no fue la excepción.

No podría ser tan complicado acercarme a ella y entablar una conversación verdad? Miraría de mucho mas cerca esos ojos que me esquivaban tanto, pero me estaban volviendo loco. Lograría tocar sus manos, sentir su piel. Eso era realmente difícil de imaginar. Podría hasta besarla en un futuro muy cercano. En ese momento me di cuenta que ya la había idealizado y convertido en la mujer perfecta. Que otra cosa podría pensar que no fuera lo mucho que me gustaba? Caminaríamos juntos, porque extrañamente ella tendría que bajar en mi paradero y nos conoceríamos. Seriamos felices. Ella podría ser la mujer de mi vida. Y yo aquí, pensándola sin conocerla. Se que es una locura, pero imaginar no hace daño a nadie.

Ahora perdía la concentración nuevamente, para enfocarla en los amantes. Algo sucedía pues ella parecía tratar de alejarse de él. Pude ver algunos empujones, pero no podía entender que sucedía. El la miró y no sonrió; por el contrario, le dio una mirada de odio. Los amantes habían peleado y estaban terminando su historia, tan rápido como la empezaron. Quizás él no se había percatado que ella tenía una hija y no pensaba dividir su tiempo con alguien más. Quizás era una mujer que no sabía, ni quería aprender, como amar. 

El tiempo pasó sin darme cuenta y mi paradero estaba cerca. Miré a esa belleza de mujer nuevamente, sabiendo que era imposible que bajara justo ahora. Ella me miró y clavó su mirada en la mía. Se percató que estaba por bajar y divise un gesto de pena. Es increíble como a veces nuestros rostros pueden expresar más de lo que quisiéramos poder expresar. Eso sucedió con ella, sabía que el final de una historia sin inicio estaba por llegar a su fin. 

Me levanté de mi asiento y pasé cerca de ella. Me acerqué a la puerta para bajar. Cogí el manubrio con la pena de saber que no la volvería a ver. La miré a los ojos y en un momento de descuido mi travieso inconciente hizo que levantara mi mano y me despidiera de ella. Me respondió y sonreí. Ahora sabía con seguridad que todo lo que imaginé era cierto. Sentía cólera por los amantes pues fue culpa de ellos que no pensara más en ella, fue culpa de ellos que no cruzáramos las miradas antes y me acercase a ella para conversar. Malditos amantes que no dejaron que nos conociéramos. 

Sonreí de nuevo y recordé que cuando dices adiós a alguien que te gusta tanto, tratas que esa sonrisa sea lo mas real que pueda existir.

Al mover su mano, el chaleco de su uniforme se movió y pude ver un pin que llevaba su nombre. En un momento fugaz agudice mi vista y leí. Bajé del bus y traté de mirarla una última vez, pero fue imposible. Lo único que atine hacer fue decir en voz muy baja y con mucha lástima "Adiós Clementina".

viernes, 26 de setiembre de 2008

El Tiempo de la Soledad

En su mirada, recuerdos fugaces cruzaban, sentimientos olvidados, sabores increibles.

Todo hacía parecer que habían pasado demasiadas lunas desde que él pudo sentir eso. Imaginó durante tanto tiempo que quizá no volvería a decirlas y mucho menos sentir tantas de las cosas que dijo. Se sentía maravillado por un nuevo inicio en algo que ya se había iniciado. Aunque era conocido, seguía siendo absolutamente nuevo. Asi es el destino creo yo.

Quien sabe si en realidad todo estaba sucediendo como debía suceder? Él era el único que aun no lo sabía. Después de haber vivido momentos inciertos, tratando de sentir cosas que supo nunca lograría, decidió dejarlo todo, abandonar todo lo que conocía para no volver a esos caminos.

Sin embargo, oh increible destino, le hiciste ver ese camino una vez más. De que manera, bello destino, sedujiste a ese ser para que caiga en tales encantos? Convenciste su mente un día que todo lo que conoció sería lo último que conocería y hasta que su última oportunidad estaba exageradamente lejos de su alcance.

Cuantas cosas le hiciste creer, malvado destino? Que había perdido su fuente de inspiración; que había muerto su alma soñadora; que se alejaría de todo lo que algún día llegase a querer; que nunca sentiría igual que cuando soñó. Fuiste atrevidamente malvado, lo ataste a ideas irracionales que amaron deformar sus pensamientos. Malvado destino.

Acaso podías hacerle algún otro mal? Vestir su alma de negro; dejarlo mostrarla al mundo entero; reprimirlo y ocultarlo en otros colores. Tantas cosas, endemoniado destino. Renegó tanto de ti, dejó de creer que existieras y aunque te defendió frente a otras personas, tu lo dejaste abandonado.

Irónico destino. Hoy le muestras ese camino nuevamente. Aquel viejo camino olvidado, donde las cosas se pueden soñar y con algo de esfuerzo se logran hacer reales. Delicado destino, que acaricias al mundo y lo haces ver mucho mas suave, lo suficientemente suave como para que los soñadores vuelvan a vivir en ti.

Ahora ella irá con él, porque lo has puesto en su camino. Escaparán de ti, extraño destino, porque no tienes razón de existir si en realidad has hecho tanto daño. Son ellos quienes han creado esta oportunidad, ora porque no tienen más que perder, ora lo anhelaban en secreto y sin saberlo. Solo saben que es extrañamente nuevo y no quieren dejarlo. Lo que siempre quisieron? Pero es que acaso alguien sabe lo que realmente quiere?

Solo sabemos de ellos que se quieren, sin miedos y sin mentiras. Por qué no intentarlo y hacerlo bien? Ideas que corren por sus cabezas. Han conocido mucho en tantos tiempos, han conocido quizá todo lo que debieron conocer y este pequeño destino, travieso y juguetón, les ha cruzado los caminos.

Y yo aquí, caminando solo detrás de ellos, escuchando sin querer sus conversaciones. Mirando sus sentimientos ir y venir sin molestar a nadie. Y yo aquí, aun solo, los miro detenerse y abrazarse por un largo rato. Paso al lado de ellos solo para escuchar una voz dulce que le repite: Tu silencio no es incómodo.

lunes, 25 de febrero de 2008

Deseo

Era una noche más en la cual el pequeño niño admiraba la luna antes de dormir. Por momentos le parecía que esta tenía un rostro y a veces hasta la escuchaba hablar.

-Ya es hora de dormir- dijo su madre con una dulce voz
-Quiero llegar a la luna madre, quiero vivir por siempre con ella- le respondió el niño mientras frotaba sus pies bajo la frazada
-Descansa hijo, podrás ver la luna cada noche

El niño se sintió ignorado por su madre, pero a la vez emocionado y ansioso esperando que llegue la noche para ver su hermosa luna otra vez en el cielo. A la noche siguiente la miró durante varias horas y tuvo sentimientos muy distintos; sentía alegría al verla, celos de las estrellas que estaban más cerca que él de ella y hasta cólera si una nube la tapaba. Al igual que todas las noches su madre arropó e ignoró sus deseos y lo dejó dormir.

-Buenos días papá- dijo el niño entre un bostezo
-Buenos días hijo- respondió este –otro gran día! El sol esta allá en lo alto
-No es el sol lo que me interesa, lo que yo quiero es la luna, quiero llegar a ella y vivir por siempre juntos
-Pero hijo- le dijo su padre –eso es imposible

El rostro del niño perdió todo su color y dejó la silla en la cual había pensado sentarse para tomar su desayuno. Con una pequeña lágrima corriendo por su rostro subió a su cuarto y no pronunció palabra alguna a sus padres. Por la noche abrió su ventana y vio a la bella luna iluminando todo bajo ella. El niño, con sus ojos tan negros como la noche, la miró y dejó escapar otra lágrima.

-Como es que mis padres me niegan la posibilidad de alcanzarte? Por que desean tanto que continúe con esta vida que no comprendo y según ellos esta llena de cosas imposibles? Yo se que puedo estar cerca de ti- y levantó la mirada para llenarse de su luz –se que podemos vivir juntos por siempre
-Mi niño- le dijo la luna –tú sabes que no perteneces a este destino. Pero para salir del mismo tienes que dejarlo todo. Tendrás que abandonar hasta a tus padres y tendrás que venir a buscarme por un camino difícil y peligros
-Nada de eso me importa y mucho menos me amilana, porque se que tu eres lo que busco y de eso estoy completamente convencido.

Una nube inmensa cubrió la luna en el mismo momento en que su madre entraba en el cuarto para repetir la misma historia de las noches anteriores.

-No madre, esta noche no- dijo el chico –esta noche voy en busca de la luna
-Pero de que estas hablando?- dijo su madre con rostro de extrañeza
-Que me voy, he decidido ir por la luna, lograr mis sueños, encontrar lo que busco
-Si eso es lo que realmente deseas ve. Aquí estaremos esperando tu regreso
-No regresaré madre. Una vez que la encuentre, no regresaré

Sin más cosas que un puñado de centavos salió por la puerta sin mirar atrás. Su padre lo vio, pero no pudo decir nada pues su esposa cubría sus labios con ambas manos. El chico salió y miró la luna una vez más.
-En la isla- dijo la luna en un susurro –allí nos encontraremos

El muchacho asintió con la cabeza y fue camino a la playa. Con lo poco que tenia y mil cosas más empezó a construir una balsa y de poco en poco logró terminarla. Al terminar levantó la mirada y vio a sus padres a su lado.

-Lo has logrado hijo- dijo su padre- veo que estas alcanzando tus sueños. Te has convertido en el hombre que esperábamos
-Gracias y aunque se que no hice lo que ustedes deseaban siempre estuvieron allí para ayudarme
-Todo este tiempo estuvimos detrás de ti hijo mío- dijo su madre con lagrimas en los ojos –nunca te abandonaremos
-Lamentablemente seré yo quien lo haga- y levantó la mirada y vio el horizonte –es momento de partir

Con un fuerte abrazo se despidió y empujo su balsa al mar. Se volvió a mirar y vio como sus padres desaparecían en la distancia. Ahora solo quedaba el camino por delante.

-Ya pronto llegarás- dijo una voz en lo alto
-Si?- mirando hacia arriba el joven vio la luna mucho mas bella que nunca -deseo tanto llegar

Y con esas palabras la luna se ocultó y dio paso una vez más al sol. Las olas golpeaban duramente y la sed empezaba a aumentar a cada momento. Esa noche la luna no apareció en el cielo y el hombre se sintió profundamente triste, pero siguió adelante. Sin embargo cada noche que pasaba la luna no aparecía y el mar hacia mas difícil su camino a la dichosa isla.

-Estoy cansado- dijo el hombre –llevo mucho tiempo aquí y todo se hace cada vez mas difícil, no se si pueda seguir. Como si fuera poco la luna no ha vuelto a aparecer hace mucho, no quiero pensar que me ha abandonado

Se sentó un segundo y cayó sobre su balsa desmayado. Inconsciente siguió su camino y el mar destruyo su balsa. Su destino, su rumbo y su vida dependían del mar ahora.

Nunca supo cuanto tiempo paso; pero, una noche abrió los ojos y estaba ahí: había llegado a la isla. Sin embargo, la luna no estaba y no aparecía. Pasaron largos días y largas noches y no había señales de la luna. El hombre se sentó y miró el mar, por donde había llegado y creía poder ver en la distancia la imagen de sus padres.

-He llegado y no estas- gritó –abandoné mi familia, dediqué mi vida enteramente a ti y me prometiste que seriamos felices- a cada palabra su voz aumentaba- y no estas! He batallado contra el mar y este me ha vencido, pero aun así llegue aquí porque estaba convencido que esto era lo que deseaba y así es, pero tu no estas aquí!
-Eres tan ciego ante tu propio destino y tan orgulloso por lo que hiciste en el pasado que no has podido ser capaz de mirar un poco mas adelante, solo has mirado atrás. Todo este tiempo he estado al otro lado, esperando que vinieras a mí- dijo la luna con suma tristeza

El viejo se levantó de un salto y corrió hacia ella, cayó de rodillas y le rogó perdón. La luna lloró una lluvia de mil estrellas y se posó suavemente sobre el agua, tan grande tan bella y tan cerca el uno del otro.

-Estamos juntos al fin- dijo ella –ven y descansa. Descansemos eternamente porque lo tenemos merecido. En este lado de la isla nunca amanece y estaremos juntos por siempre. Yo cuidaré de ti y tu de mi. Ven y échate. Tenemos mil cosas que compartir, pero ahora descansaremos

El viejo no pronunció palabra alguna y al mirar que la luna seguía llorando estrellas se arrodilló y empezó a llorar. Unos segundos después una alegría llenó su corazón y secó sus lagrimas; se tumbó en la suave arena, cerró los ojos y durmió por siempre junto a la luna.

domingo, 29 de abril de 2007

Mañana será mejor

Dando dos pasos cruzó las grandes puertas y entró. Yo seguía parado sin poder moverme, no deseaba entrar. Ella empezó a avanzar y yo aun miraba las grandes puertas. Tenía miedo, no podía dar esos dos pasos para entrar. Después de tantos años de pelea no es tan simple perdonar y ser perdonado como para dar dos pasos y terminar con todo. Era mucho más complicado, o al menos así lo imaginaba yo.

No se si fue un engaño o en embrujo por lo cual me llevó hasta esa iglesia. Caminábamos, reíamos y luego me vi parado aquí sin poder hacer más. Ella no lo sabía y ya estaba muy lejos para decirle que no deseaba entrar. Esperé pacientemente a que volteara y se diera cuenta de mi inmovilidad. Pensé que saldría y todo terminaría, pero ella siguió su camino y con algo de miedo tuve que actuar. Ella estaba ya por las bancas traseras y yo moví un pie, luego el otro.

Miré arriba y vi como se levantaba el gran techo de la pequeña iglesia. La altura, simbolizando el poder y en la tope de esta altura: Dios. Con que cara regresaba yo a esta casa? Qué derecho tenía yo de entrar? Miré a mi alrededor y vi mucha gente. Gente muy adulta. Fue extraño no ver jóvenes en ninguna banca, hasta me sentía fue de sitio.

Inmóvil otra vez, miraba el gran pasillo hasta el altar. La gran alfombra roja que pareciera ser lavada todos los días, porque nunca he visto esas alfombras sucias. Las bancas, adornadas con algo muy parecido a una rosa y otras flores llamadas lluvia. En lo personal no se por que llevan ese nombre; no son transparentes o refrescantes, ni caen por montones. Es más, no imagino que un montón de esas flores cayendo del cielo me puedan causar la alegría que me causa la lluvia real. Luego vi más adelante y las bancas que ahí estaban. Dos familias. Parecían dos bandos, distantes, fríos, como si no pudieran hacer más que intercambiar un saludo y regresar a su bando. Era un matrimonio.

Ella siguió caminando, ya casi llegando a las bancas centrales y yo no podía pasar de las traseras. Me sentía indigno de estar ahí. Quizás por el hecho que no era un matrimonio al cual me hayan invitado o quizás por mi batalla constante contra Dios. Nunca entendí por que tuvo que cercenar mi familia y era algo que siempre me preguntaba; ora pensando solo en mi cuarto acompañado de un cigarrillo ora conversando con mi tío en una reunión familiar. Cualquiera que fuese la razón, me quedaba pensar en la omnisciencia de Dios y confiarme.

Atrás mio había una larga cola. El confesionario. Es curioso lo bajo que deben hablar dentro para que no se escuche nada fuera. Quizá deberían hacer un confesionario que absorba el sonido y uno puede entrar y hablar sin miedos ni tapujos, con toda fuerza (si es que tal cosa esta permitida en una iglesia) las cosas que se tienen que decir. Digo esto porque siempre que veo la gente que sale para hacer su penitencia, es como ver a alguien que no pudo corear su canción favorita en un concierto. Otra historia es la del sacerdote. Tiene que ser cansado escuchar los pecados de tantas personas y más cuando son repetidos. Como hacen para olvidar tanto? Yo cuando escucho a alguien se me quedan grabadas cientos de frases. No quisiera tener los pecados de miles de personas dando vueltas en mi cabeza hasta que pierda la memoria.

Parece que ya llegó a la banca que desea. Aún no se da cuenta que no estoy a su lado. Después de pensar tantas cosas del confesionario, me doy cuenta de un detalle que me inquieta: no esta ni la blanca ni el negro. Es normal que el negro camine por todos lados saludando y preguntando si la blanca ya esta lista y si todo esta bien. Sin embargo, aquí no hay señales ni de uno, ni de la otra. En algún momento aparecerán.

Volteó mi cabeza para verla y ella esta por sentarse. Aún me sigo preguntando por que no hay jóvenes? Con las disculpas y respeto que se merecen tantas canas, esto parecía un matrimonio en un asilo. Ella se sentó y por fin se da cuenta que no estoy a su lado. Voltea y me mira y se que su mirada me pregunta el por que de mi inmovilidad. Yo que se mujer, entre mis miedos, los novios, el confesionario y los viejos no se que hago. Sin pensar en nada más empiezo a caminar hacía ella por esa orden natural de la atracción de los cuerpos y me siento a su lado. Ella me mira y sonríe, como siempre lo ha hecho. Así hayan pasado cerca de ocho meses sin vernos, ella sonríe.

Aquí es donde yo se lo que ella pide: no pasar por lo que yo pase un par de años atrás. Entiendo su miedo. Yo pido que sea fuerte para el momento en que suceda. Soy consiente que si Él ya decidió que es el momento de llevarse a alguien, no hay forma de hacerlo cambiar de idea. Ahora, por alguna razón, siento que tenemos una conversación, Él y yo. Siempre he creído que este tipo de conversaciones son generadas por mi mismo y soy yo el que me respondo, pero me hace casi bien pensar que es una fuerza superior la que guía mis pensamientos.

Ella se pone de pie y me alcanza su mano, señal clara de que es momento de marcharnos. Es cierto, no deseaba entrar a este lugar, pero ahora me cuesta terminar mi conversación conmigo mismo, pararme y retirarme. En fin, no hay vuelta que darle, no tengo todas las respuestas en mi cabeza así que se donde terminaría mi propia conversación: otra pelea con Dios.

Me levanté y juntos caminamos a la puerta del costado, no cruzó por nuestras mentes hacer el camino de regresó, porque serían muchas paradas para mi. Antes de cruzar la pequeña puerta miré de nuevo alrededor. La gente seguía entrando y saliendo del confesionario, las dos bandas en los asientos delanteros se seguían saludando sin más palabras, los adornos de las bancas y las inentendibles flores llamadas lluvia permanecían en su lugar y muchas cabezas con canas ocupaban las últimas bancas. Pero, había algo en las grandes puertas, la blanca y el negro. Estaban listos, se preparaban para la gran entrada. La miré a los ojos y dentro de mi pensé que esos podíamos ser nosotros. Si tuviera la certeza que ella los vio, podría apostar lo que fuera a que ella pensaría lo mismo.

Nos fuimos; pensando poco en las cosas que pasaron por nuestras mentes en la iglesia. Nos fuimos; rogando que la noche no acabara y que no tuvieramos que separarnos. Nos fuimos; y secretamente pensamos que mañana será mejor.