
Es verdad que en algún momento encontré en siete personas diferentes un trozo de mi reflejo y fue mucha la alegría. Durante meses pensé que lo había encontrado. En uno la pasión por la música, aquel deseo por saber todo sobre la música, hacerla y vivir siempre con música; en otro los juegos, aquel vicio que siempre me tiene atado y consume mi tiempo por montones sin importar lo que suceda a mi alrededor; en otro el gusto por las mujeres, la forma las veo y las cosas que muchas otras veces imagino, su belleza o su falta de la misma; en otro mis lados tontos, aquellas veces que soy tonto por la escasa capacidad de detenerme un momento a pensar bien las cosas y soltar lo que tengo en la cabeza; en otra mi ego, aquel hecho de saber que soy lo mejor que hay entre esas cuatro paredes; en otro mis locuras, el simple hecho de estar o pensar que estoy loco y ver la vida muy diferente; y en uno último mis bromas, que siempre me han sido parte de mi en todo lo que hago. Ellos serían una sola persona y creo que así los traté durante todo este tiempo. Salir con uno u otro no era tan igual como salir con todos y pasar los momentos, quizás, más divertidos de mis días.
Sin embargo, todo lo que no es perfecto tiende a cojear de un pie y yo lo ignoré durante tantos días. Hasta el día que uno a uno demostraron esas mismas siete personas, las tantas cosas que odio de mi. Por un lado mi resentimiento, al recibir las bromas más duras que hago o el trato de la indiferencia; mi maldita vanidad, que es buena por un momento, pero cuando es expuesta demasiado tiempo tiende a ser demasiado molesta; mi pereza, quizás la mas odiada que hace que mi tiempo avance más rápido mientras sigo detenido en un solo lugar; mis bromas agrias, que a veces las hago de forma consiente y otras no, pero siempre tienen el mismo resultado; mi ser infantil, mis niñerías y momentos en que no logro ser tan maduro como realmente soy; mi mal humor, que inevitablemente afecta a los demás; y mi des ligamiento de lo que vivo, como quien vive en una burbuja perfecta mientras el mundo se cae a pedazos a mi lado.
Incluso ahora mismo, rodeado de estas siete personas, me siento solo, porque son mi lado más odiado en estos minutos y por eso mismo ninguno preguntará que sucede conmigo pues están actuando su papel de la mejor manera que pueden. Mi soledad solo escapa ante la voz, el recuerdo o el toque, de esa mujer que siempre me tiene. Quizá estoy destinado a siempre tener algo de soledad o quizás yo mismo saco de los demás lo que mas odio de mi. Quizás y siempre quizás lo que mas falla soy yo y no los demás.
A veces, pienso, aparecerá esa octava persona que pondrá su mano en mi hombro, como lo hizo hace mucho tiempo cuando mi soledad era total, y dirá esas palabras que hasta hoy ninguno dijo "que te sucede?"
Es mas raro aun, que después de todos estos pensamientos, ya sea como una catarsis, uno a uno mis siete reflejos me miran con esa vieja mirada conocida y se acercan a mi para preguntar que me sucede y, aunque es lo que estuve deseando aun me siento totalmente triste y preocupado, solo puedo atinar a responder con un débil "no lo se". Es que realmente no se que sucedió hoy, como si algo hubiera sucedido que me afectara directamente.